Autor: Yesica Alexandra Echenagucia De Lara
Seudónimo: Celeste Boj
Año: 2020 – Mención Honrosa
Mi tío Manuel es muy gracioso, tiene un no sé qué para atraer demasiado a las mujeres. Le digo constantemente que su esposa Emilia y su novia Fernanda en algún momento se darán cuenta que no son las únicas como les hace creer, no entiendo cómo hace, pero tiene como dos años zafándose de las dos; las atiende, asiste puntualmente a sus citas, las llena de detalles, vive con una y prácticamente con la otra. En la casa de Fernanda piensan que él vive aún con mi abuela por temas laborales. La familia de ella lo respeta mucho, están comprometidos a casarse para una fecha que sólo él conoce, por su parte Emilia su esposa, con la que lleva 5 años de casado, tiene tres hijos, aunque no de él, pero los ama como si fuesen suyos. Acompaño a mi tío a todos lados, a sus reuniones de trabajo, a conocer a sus amigos, consiento los gustos de Emilia y Fernanda, un poco extenuante mis días siendo su confidente, la mejor sobrina ante las dos, me quieren mucho, también yo a ellas, de verdad que son buenas mujeres y puedo comprender porque mi tío Manuel no se separa de ellas, son tiernas, súper amables, bonitas, inteligentes. Esta situación, en cierto modo, me está afectando personalmente, tengo ya 30 años de edad, me gradué de la universidad, tengo un empleo estable, soy virgen aún y no tengo ningún enamorado ni podría, desconfió hasta de mi sombra, con este ejemplo de mi tío; de hecho, no tengo tiempo para hacer relaciones sociales con nadie, tengo que encargarme de ser la asistente personal de mi tío, su confidente, mandarles flores a sus mujeres, a veces buscar a sus hijos a la escuela. Hoy mi tío sufrió un accidente en el auto de la empresa, felizmente solo tuvo una torcedura del pie, nada grave. En cuanto llegué a la clínica solo me importó tomar su celular rápidamente, antes de que cayera en las manos de Emilia, quien me observaba con esos ojos ver des penetrantes, como queriendo decirme algo, pero no se atrevía. Tuve que lidiar con el abogado de la empresa, con la mujer de voz escandalosa de la admisión que no terminaba de dar la clave de ingreso, con la gente de tránsito, y mi tío que no pronunciaba palabra alguna, pero con la mirada lo decía todo, entendía que algo me ocultaba. Me le acerco sigilosamente al oído, le doy un abrazo, unas cuantas plegarias agradeciendo que no pasó de allí y él con voz muy baja me dice: —Valeria Dios te bendiga, ¡tienes que ayudarme!, fui a dejar a una amiga a su casa, se me atravesó un muchacho en una moto, para esquivar lo me volqué en la camioneta de la empresa. Por supuesto lo alenté a que se recuperara pronto y que me encargaría de todo como siempre. Logré resol ver lo de la camioneta. El odioso abogado en toda ocasión andaba acechándome o bueno invitándome a salir y por f in le dije que sí para salir del paso, pero igual no le di fecha exacta. Con respecto al joven de la moto fui a su habitación en el mismo pasillo que estaba mi tío. Toqué la puerta (toc toc) se escuchó un leve “entre por favor”, cierre los ojos para que no se asuste, tengo mi cara des trozada (con una risa sarcástica); frené un poco el paso, me eché hacia atrás, con la expectativa de que encontraría, pero no tenía nada en su cara, ¡bueno si! un par de ojos grandes con pestañas largas y ojos café, una sonrisa bien dibujada, dientes parejos casi perfectos, y me dijo —¡hola! ¿usted quién es?; quedé por un momento muda, pensativa porque no sabía cómo abordarlo, con mi actitud ¡sí! reconozco un poco arrogante. Le respondí —soy Valeria, la sobrina del señor con el que tuvo el accidente, ¿Cómo se siente?, a lo que respondió —como si me pasó un auto por encima, (soltó su carcajada) —se la da usted de muy chistoso, y no entiende que mi tío pudo morir por su culpa. Me interrumpió —PERDOOON, mire señorita, su tío es el culpable, estaba besándose con una señora, la dejó ahí en la puerta de la casa y arrancó la camioneta sin ver a los lados ni el semáforo que me correspondía a mí en ese momento. —No sea insolente, le dije con voz fuerte y molesta. Aunque en mi mente sabía que era posible por las ocurrencias de mi tío. ―No se preocupe, cubriré los gastos de las clínicas, y le agradecería no le diga eso a la policía ni a nadie por favor. Sonriente me contestó —¡de acuerdo! pero tengo que pedirle algo y mantendré la boca cerrada; ansiosamente le respondí —sí dígame, ¿Qué quiere? Me dijo: — acepté un día salir conmigo; quedé pensativa nuevamente, ya no quedaba otra que decirle que sí en vista de que mi tío era el culpable. Me fui retirando de la habitación, dije casi entre dientes —¡que se recupere pronto!; se escuchó al fondo casi gritando —¡por cierto! me llamo Juan Pablo y gracias por la visita, no olvide que tendremos una cita. Con todo el papeleo y resuelto de los implicados, volví a la habitación de mi tío, vibró el celular, lo medio vi sin levantar sospecha alguna. Era Fernanda quien llamaba, rechacé la llamada, antes de que insistiera le escribí un mensaje: “Soy Valeria, mi tío no puede responder en estos momentos, no te preocupes está bien, POR FAVOR no vengas, luego te explico, más tarde te llamo”. Sabía que Fernanda quedaría inquieta, debía buscar la manera de sacar a Emilia de la habitación para que mi tío la llamara y el resolviera qué decirle, como si no fuese suficiente tener dos mujeres ahora había una tercera. Precisé darle su papel de esposa a Emilia y le pedí el favor que se encargara del firmar ciertos papeles que exigía la admisión de la clínica, además que fuese por el doctor que mi tío estaba muy adolorido. Él acertando con la cabeza y fingió le lanzó un beso diciéndole —ve amor por favor, me duele mucho el pie, firma todo lo necesario, aquí me quedo con Valeria. Al salir Emilia, de inmediato mi tío tomó el celular, llamó a Fernanda y le dijo: —mi amor disculpa, estábamos acá con unos trámites, ya estoy mejor pronto me darán de alta no es necesario que ven gas, en un par de horas estaré en casa. Ella le respondió: —amor, pero quiero estar contigo, recuerda cuando nos casemos en las buenas y las malas. —Si mi princesa lo sé respondió, te prometo que podrás visitarme en la casa de mi mama, besos te amo. Interrumpí tanto romanticismo y mentiras —¡tío! ¿Cómo puedes mentir con tanta facilidad? Por cierto, quien es la tercera, ¿acaso te volviste loco?, ya no tolero la situación y me da vergüenza mentirles a Emilia y Fernanda. —Sobrina, ¡calma! —me respondió tomándome del brazo, ella es Cecilia y tenemos cinco años, está clara de todo y me acepta así. No pude evitar mi cara de sorpresa y molestia a la vez, pensé en voz alta: creo que nunca pretendo enamorarme. Él me respondió —claro que si te enamoraras inevitablemente. Fuimos ambos interrumpidos por el doctor, llegó con las tomografías en la mano, cara de misterio y arrogancia, para decir que todo estaba bien, un simple esguince, podía irse a casa con un yeso en el pie, par de analgésicos y ya está; agradecimos sus atenciones, recordé por un instante aquel joven y le pregunté al doctor —¿Cómo sigue el muchacho del accidente? El doctor me indicó que estaba bien, usaría su collarín por dos semanas, un cabestrillo en su brazo, igualmente sería dado de alta. Por la tarde pudimos irnos todos a casa, mi tío con su pie enyesado me parecería una buena lección para que dejara sus travesuras por dos semanas al menos. Pasaron dos días, parecía todo tranquilo y de pronto llegó mi tío en su auto apurado, lo estacionó como pudo, se notaba cansado y angustiado, trajo consigo un bolso, tuve que ayudarlo a subir las escaleras, poner unas cuantas ropas suyas en el closet del cuarto de mi abuela. Se lanzó en la cama, se puso la cobija, me asomé en el balcón, iba llegando Fernanda un poco molesta, no entendía por qué, casi me saludó. Entró a la habitación toda agitada, gritando —¿QUIÉN ES ESA MUJER QUE ME CONTESTÓ EL TELÉFONO? Mi tío Manuel se quedó con su boca pre parada como para darle un beso, pero ella lo rechazó, de verdad estaba muy molesta. Pensé que todo acabaría ahí, dentro de mi sentía un alivio porque, finalmente, ya se descubría todo, pero por otra parte pensaba que lo podían matar literalmente esas dos mujeres, y esta vez no tendría tanta suerte o un simple esguince. Tuve que interceder como siempre y le dije —fui yo Fernanda quien contestó el teléfono, ella me gritó —¡BASTA VALERIA! no era tu voz, en ese momento como magia entró en la habitación mi mejor amiga Melisa —BUENAS TARDES, se dirigió a Fernanda, irónicamente —“la famosa Fernanda”, la futura tía de mi mejor amiga, hace poco te contesté el teléfono ¡disculpa! no me conoces, Manuel me pidió el favor, porque estaba algo adolorido. Ella no quedó muy convencida, sin embargo, aceptó, le pidió disculpas a mi tío: —mi amor disculpas, tu convaleciente acá y yo haciéndote estas escenas, te amo (le repartió besos), Melisa y yo nos retiramos de la habitación respirando profundo. Le dije a Melisa: —amiga acabas de salvar a mi tío, (entre carcajadas las dos). Ella me respondió: —pues escuché desde el balcón el inconveniente, vine de inmediato y no se me ocurrió más que decir eso. ¡Gracias! (más risas). En lo que Fernanda se fue, mi tío tuvo que subir al auto de inmediato, a resolver su problema con Emilia, pues fue quien recibió la llamada de Fernanda. Mi tío alcanzó a decirme lo furiosa que estaba y que le pegó con el celular en la cabeza mientras él dormía, no pude evitar reírme mucho con Melisa. Le gritamos ambas casi en coro (dile que fue Melisa y yo que hacíamos una broma), no le quedó de otra, nuevamente se zafó. Pasaron varias semanas, llegó el día de mi cumpleaños, aproveché de invitar a Oliver, el abogado de la empresa, así se distraería entre los invitados, y no estar encima de mí. Recordé que debía salir también con Juan Pablo el muchacho del accidente, pero sería algo estresante atenderlos a los dos el mismo día. Decidí postergar a Juan Pablo, le envié un mensaje lo más directa posible: —“¡hola! deseo estés mejor, soy Valeria la sobrina del señor del accidente, ¿Qué te parece si mañana nos vemos?, hoy no puedo porque festejaré mi cumpleaños”; al instan te respondió: —¡que sorpresa! Valeria, feliz cumpleaños, bien igual tampoco podía hoy, debo acompañar a mi hermano a una fiesta, entonces hasta mañana besos. Me sonreí un poco mientras leía, me agradaba mucho Juan Pablo, no puedo negarlo, desde que lo vi aquel día en la clínica, pero mi conciencia me repite ¡nada de enamorarse!, no quiero llevarme un chasco con un descarado como mi tío. Se hizo de noche y era la hora de la fiesta, la mayoría de los asistentes eran amigos de mi tío de la em presa. Melisa estuvo conmigo en todo momento, pues sabía lo que me incomodaba atender a tantas personas juntas; sonó en el fondo el timbre de puerta (tilín tilín), me acerqué para abrir y para mayor sorpresa eran Oliver y Juan Pablo. Me quedé paralizada, sin pronunciar ni una palabra, no entendía que hacían los dos juntos; Oliver se adelantó en saludar, me dio un beso en la mejilla, un abrazo como si fuésemos los mejores amigos, me dio un obsequio, y me dijo: —te presento a mi hermano menor Juan Pablo, ¿Qué te parece? Fue quien tuvo el accidente con Manuel, menos mal, porque de esta manera no hubo inconveniente con la policía —gracias, fue la única palabra que me salió, luego de respirar un poco, completé diciendo —adelante, entren por favor. Juan Pablo con su risa de picardía me miró, me dio la mano como si recién me conocía, luego me abrazó diciéndome al oído —¡ajá! te gusta jugar doble como tu tío. Me molesté, pero disimulé, porque me veían del fondo Emilia, sus hijos, Melisa y otros invitados, sentí vergüenza, quería desaparecer, pen sé un poco en voz alta, ¡pero por diooos! ¿Cómo esos dos justamente eran hermanos?, no podía ser tan mala suerte, por fin me gustaba alguien, resulta que era el hermano de mi otra cita. Para colmo empezó a llover torrencialmente, mi tío había salido a la casa de mi madrina a buscar mi pastel, sonó el timbre nuevamente, no esperaba a más nadie. Fui con el paraguas, abrí la puerta y estaba Fernanda allí empapada por la lluvia, se notaba preocupada y un poco triste, ¡mi cara en ese momento fue un poema!, titubeé con la puerta, avergonzada de verla toda destilar agua de su ropa. Melisa se dio cuenta, subió hacia el balcón que se comunicaba con su casa a advertirle a mi tío. Sonó mi celular insistentemente, tuve que contestar, era mi tío: —Valeria disimula, deja pasar a Fernanda que está mojándose, preséntala a todos como una amiga, saldré en el auto del papá de Melisa, di que estamos bus cando un pastel, que el otro se quemó y ve cómo des hacerte de Fernanda POR FAVOR. El ambiente se tornó tenso, Emilia era muy perspicaz y notaba algo extraño, sus ojos verdes se rayaron, se le notaba lo desencajada, pero mantenía la cordura, se levantó de la silla y fue por un vaso de agua. Su rostro lucía más rojo que un tomate, la rabia salía por sus poros, pues Fernanda al entrar preguntó muy confiada y firme —¿Dónde está Manuel? Yo sentía por un momento que iniciaría “la tercera guerra mundial” con aquellas dos mujeres, sin olvidar que tenía a Juan Pablo y Oliver sentados en el mismo lugar observándome los dos con cara de expectativa. La lluvia no paraba y cada vez se hacía más fuerte, las calles empezaron a llenarse como ríos, el auto de mi tío se inundó por completo, no había dejado las llaves para moverlo. De pronto se fue la luz, como ya no podía ser peor el momento, Fernanda se me acercó, me dio un abrazo y me entregó un sobre algo mojado pidiéndome con fervor que se lo entregara a mi tío en sus manos. Le insistí un poco que no se fuese aun por las condiciones climáticas, le comenté que mi tío había salido, no hubo manera de convencerla. Oliver se ofreció a llevarla, me sorprendió su decisión, se suponía que recién la conocía, pero vi amable su gesto y lo dejé, así eran dos problemas menos que atender, de igual manera después de tan desagradable situación era lo mejor. Sin pastel y sin electricidad, no me quedó de otra que suspender el festejo y todos excepto Juan Pablo, se retiraron de la casa. Después de dos horas dejó de llover, bajó un poco el nivel del agua, en ese preciso instante llegó mi tío angustiado, le dije lo sucedido con el auto, nos fuimos a secar el agua ambos y Juan Pablo que se ofreció ayudar. Conversamos del escenario, en resumidas cuentas, que Emilia se había ido en un taxi y Fernanda le dejó un sobre. Me dijo —ábrelo por favor, ve que hay dentro, al revisar era un escrito con la tinta algo chorreada por la lluvia. Me pidió que la leyera, olvidé por un momento que Juan Pablo permanecía con nosotros dentro del auto en ese desastre y comencé a leer en voz alta: “Manuel, a pesar que hubo mentiras en nuestra relación, no puedo negarte que te amé de corazón, quise vivir esta historia contigo, desde el primer día que te vi en la empresa conversando con mi hijo Oliver. Sé que estabas casado y obviamente no podías casarte conmigo, pero tranquilo decidí vivir esa ilusión, tengo un tumor en el cerebro, ayer estuve en cita con el médico y ya está bastante avanzada la enfermedad. El doctor me dijo que no hay nada que hacer, no te sientas mal, nada de esto es culpa tuya, son cosas inesperadas de la vida; GRACIAS, porque lo poco o mucho que vivimos fue lo mejor, sé que no tienes hijos propios y a pesar de eso te considero el mejor padre, pues vi como amas a los de Emilia, incluso como siempre fuiste atento con Oliver. Por cierto, mi hijo nunca estuvo de acuerdo en no decirte la verdad, pero se lo exigí, para que nuestra historia fuera bonita, y no estuvieses conmigo por lástima. Supe que conociste a mi hijo Juan Pablo, con quien tuviste el accidente y por mi fuerte dolor de cabeza no pude estar con él, recién llegó de viaje y no sabe nada de lo que sucede, estuvo tiempo en Argentina realizando sus estudios. Para nosotros dos no queda tiempo, bueno para mí, tú aún tienes una vida por delante junto a Emilia y tus hijos, así no partiré de este mundo triste, porque tienes personas que te aman, pero ¡POR FAVOR no me olvides! La mejor manera de que me recuerdes es que pases tiempo con mis hijos, su padre hace mucho se marchó, y es mi pesar que no concretaran sus vidas antes de yo irme, aunque Juan Pablo me comentó que se enamoró a primera vista de Valeria, lo cual me alegra demasiado. Es buena mujer, dile que disculpo todas sus mentiritas (risas), muchas me hicieron reír y llenar de felicidad, me agrada mucho su amiga Melisa. También encajaría perfecto con Oliver, me comentó que conversaron un par de veces y le encantó esa chica. Dejo en tus manos con toda la confianza y sé que no me defraudarás, que mis hijos sean felices y se casen de verdad. “TE AMO, NO ESTÉS TRISTE POR MÍ”. El auto quedó en un silencio ensordecedor, todos teníamos cara de asombro, una enorme tristeza embargó el momento, no podía evitar llorar, de hecho, mi tío y Juan Pablo lo hacían. Bajé del auto para tomar aire, sabiendo esto, casi ni podía mirar a Juan Pablo, mi tío tomó el celular y le marcó repetidas veces a Fernanda, pero no contestaba. De pronto le entró una llamada a Juan Pablo de parte de Oliver —hola hermano siento decirte, nuestra madre ha fallecido, y colgó. Había tanto silencio que pudimos escuchar. Juan Pablo quedó paralizado, pálido inclusive, mi tío con voz triste solo dijo —¡se terminaron las mentiras!