Autor: Misdalia Alejandrina Bahamondez Bañados
Seudónimo: Gliocas
Año: 2018 – Tercer Lugar
En un avión de alto calibre, durante sus típicos vuelos de patrullaje a lo largo de todo el país, existía una piloto de aviones, fue la primera mujer en pisar una cabina de avión, sin vestir de azafata, cada vez que visualizaba el basto y ancho cielo, solía ver su vida en un abrir y cerrar de ojos, además de entrever todas las dificultades que tuvo que pasar para llegar al lugar en donde se encontraba sentada en ese preciso momento….
Desde niña Heizel mostro una fascinación innegable por los aviones, leía revistas, coleccionaba modelos a escalas, e incluso, solía hacer aviones de cartón un poco maltrechos, en los que ella entraba perfectamente, el problema, es que simplemente no podían volar y cada vez que se lanzaba de alguna altura para poder sentir el viento en su rostro, la sensación solo duraba segundos, pues el porrazo no tardaba en llegar. A medida que fue creciendo, fue intentando mejorar los modelos de aviones… así como también comenzó a coleccionar cicatrices, constelaciones de moretones y sobre todo los ataques de cólera de su madre al ver a su hija aporrearse una y otra vez, la única ventaja que veía Heizel era que sus dientes de leche cayeron antes que los de sus amigos de la escuela.
Un día en especial su madre salió al jardín a ver en qué desastre terminaría el nuevo invento de Heizel, pero con una mirada de desesperanza y deseos de que crezca lo antes posible, para que abandonara la loca idea de ser aviadora, puesto que sabía que era un oficio en aquel país, en donde solo los hombres estaban detrás del volante de un avión, sumado a la gran pena que la aviación le había otorgado a su vida, sin embargo, Heizel se percató de la mirada decepcionante de su madre.
- ¿Por qué el cielo ya no existe para ti mamá? – Le preguntó Heizel a su madre manteniendo una sonrisa traviesa en su rostro.
- El cielo si existe Heizel, desde aquí puedo verlo, no entiendo a qué va tu pregunta, hija – Le respondió su madre esperando a que Heizel entendiera la ironía de su respuesta, sin embargo, su hija exploto de felicidad y comenzó a dar vueltas por el jardín. Su madre no entendía porque razón Heizel estaba tan feliz.
- Mamá, puedo ver el cielo igual que tu… pero hace tiempo que no puedo ver el cielo en tus ojos, esa felicidad que te impulsa a saltar alto o poder tocar las nubes, papá tenía el cielo en sus ojos – Al oír esto la madre de Heizel quedo petrificada, su mirada de decepción se mezcló con una mirada de angustia infinita, no consiguió articular palabra alguna y solo entro a su hogar.
Habían pasado varios meses desde que el padre de Heizel había emprendido un vuelo sin retorno más allá de las estrellas, en donde podía ver a su hija crecer y a su amada esposa, tratando de salir delante de toda situación, ya que, aunque no se encontraba allí presente, él vivía en los corazones de ellas y sobre todo en los ojos de Heizel.
La relación de sus padres nació producto de la casualidad, aunque a veces la casualidad está vinculada a un destino, que nosotros decidimos atravesar, la vida nos da y nosotros decidimos qué hacer con ello… fue una tarde más de sus vuelos comerciales, pero al descender del avión hubo una joven azafata que le arrebato el aliento, la conexión y la química fue inmediata. En la primera cita se dieron cuenta de que eran el uno para el otro, sin embargo, con el paso de los meses, al irse a vivir juntos, tuvieron que emprender el desafío de aceptar sus distintas personalidades, a dar y también a ceder, pero sobre todo a respetarse y entender que el amor y entrega mutua eran el principal pilar para salir victoriosos… Los años pasaron y producto de este amor, nació una niña con un universo de pecas en su rostro, a la que llamaron Heizel. En este caso ambos se tomaron unos meses de descanso para criar juntos a su recién nacida hija, por lo que cuando ya tuvo edad suficiente, ambos siguieron con su trabajo. Heizel adoraba ir (los fines de semana en los que su padre se encontraba en casa) al aeródromo, ya que pertenecía a un club aéreo y allí podía volar en avionetas. Heizel tenía solo 7 años cuando su padre le paso el volante de la avioneta, eran momentos increíbles para ella. Sin embargo, una noche de tormenta en uno de sus vuelos comerciales, el avión comenzó a tener fallas en las turbinas y de la nada cayó sobre tierra… exploto, todos sus ocupantes siguieron volando hasta llegar a su destino, más allá de las estrellas.
Desde entonces su madre Dánica, decidió cambiar de rubro y avocarse en la crianza de su hija. En ese momento el cielo dejo de verse en sus ojos, Dánica no quería que Heizel sufriera el mismo destino que su padre, por lo que trato de a poco apagar esa pasión que Heizel sentía por la aviación.
Los años pasaron y Heizel llego a la edad de 17 años, edad en la que la mayoría de las personas deben decidir su futuro, pero es un gran peso que llevar teniendo solo esa edad, la decisión que tomes te seguirá el resto de tu vida… Heizel aún no tenía claro lo que debía hacer, ella quería estudiar algo relacionado a los aviones, pero en todas y cada una de las opciones su madre declinaba y mostraba una respuesta negativa ante el sueño de su hija, su madre quería que ella siguiera cualquier carrera, menos la aviación. Heizel lloraba en silencio, su sueño era la aviación, quería sentir que podía volar junto a las nubes, pero su madre era su mayor obstáculo… sus ojos de apoco comenzaron a perder la vista del cielo.
Hasta que una tarde uno de sus compañeros de escuela, vio triste a Heizel, mientras dibujaba un avión en su cuaderno, él se acercó a ella y le dio un avión de juguete, que traía una nota amarrada en una de sus alas.
- Léelo cuando llegues a tú casa – Le dijo aquel compañero y solo, salió corriendo. Heizel quedo pasmada, no podía imaginar de que se trataba aquella misteriosa nota, pero a pesar de su enorme curiosidad por leer el contenido de la nota, ella siguió las instrucciones de su compañero y cuando llego a casa la abrió:
‘‘Si en el cielo existiera un límite, ninguno de estos aviones que tanto adoras, hubiera sido siquiera pensado’’
Aquellas frases calaron hondo en su corazón y como un enorme motor, decidió ponerse en marcha y no desistir, debía luchar por lo que ella creía correcto, aunque eso le trajera problemas con su madre.
Una tarde Heizel estaba decidida a hablar con Dánica y expresarle que la aviación era su sueño y que si la amaba tanto como ella decía que la amaba, entendería que su hija debía emprender aquel rumbo.
- Mamá, necesito hablar contigo – Le dijo Heizel en un tono suave.
- Si pretendes que te siga con la loca idea que aún tienes, no pienso escucharte – Le dijo de forma cortante Dánica.
- Mamá… no sólo es mi sueño, si no que estoy hecha para esto, no voy a permitir que mezcles las cosas, sólo porque papá ya no está, no significa que yo deba pegar por ello, como si fuese una condena – Le dijo Heizel un tanto molesta. Dánica dejo su computador a un lado y se acercó a su hija, con los ojos tristes y un poco inundados:
- Tienes los mismos ojos que tu padre, no quiero perder lo único que queda de él – Dánica comienza a acariciar la cara de su hija – Ese lunar que tienes en tu parpado, apareció después de que tu padre se fue… alguna vez oí que estamos conectados con el universo, nuestro cuerpo está hecho de polvo de estrella y cada vez que nace una nueva estrella a alguien le sale un lunar nuevo… Tu padre se fue para dejar nacer una estrella – Heizel se calmó, pero no se encontraba conforme con la respuesta de su madre.
- Es egoísta que no me dejes hacer algo que adoro y por lo que tengo vocación… solo porque no quieres perder algo… dices que tengo los ojos de papá, pero si me sigues cortando las alas de esta forma – Los ojos de Heizel comienzan a inundarse – Temo que lo único que queda de papá, desaparezca para siempre – Heizel se fue a su habitación y Dánica pensativa observo una foto de su amado esposo.
- Ojalá se me hubiera pegado un poco de ese coraje que solías tener, pero temo que esa fuerza recayó completa en nuestra hija – Expreso Dánica, mientras veía la fotografía de su esposo.
Los días pasaron y Heizel simplemente opto por hacer la ley del hielo a su madre. Dánica, mantenía su orgullo y esperaba a que Heizel diera el primer paso, esperaba con ansias las disculpas de su hija por su impertinencia, pero esas disculpas nunca llegaron, Dánica no entendía que cortarles las alas a los sueños de su hija, en algo que ella tenía talento y en lo que sabía que podía llegar alto, era una falta de respeto al amor por su hija…
Mientras madre e hija trataban de comprenderse una a la otra sin éxito, en aquel país comenzaba a surgir una emergencia inmediata, nadie logro entrever lo que estaba por suceder y que sin dudas marcaría un rumbo en la vida de ambas.
Solantra era un país pequeño conformado principalmente por terrenos que daban a la costa, era un país principalmente de pescadores y agricultores, en donde, también su principal motor era el turismo, en Solantra se podían ver las puestas de sol más hermosas del mundo, decoradas con un cielo anaranjado e inmediatamente entre la mitad del cielo se podía ver como la misteriosa noche, esparcía su manto lleno de estrellas, impacientes por ser admiradas.
Sin embargo, la fuerza y el rugir de la naturaleza aparecieron de forma impetuosa y barbárica, el viento quería soplar lo más fuerte que podía, el mar rugía impaciente de poder desembocar con toda su furia en la tierra, las nubes escupían feroces chubascos. La tormenta había llegado decidida a conquistar todos los terrenos que estuviesen a su vasto paso, no podemos culpar a la hermosa madre tierra por desatar su ira hacia nosotros, si nosotros aun no hacemos conciencia de que este mundo lo compartimos entre millones de especies, no podemos pretender poner nuestro pie encima sobre los demás…
Solantra entro en un completo estado de alerta y de emergencia, la mitad del país, había sido afectado por esta enorme tormenta que parecía no dar tregua. Por lo que necesitaban hacer llegar la ayuda hacia los demás habitantes de forma inmediata, sin embargo, la escasez de pilotos, hizo que el gobierno, requiriera de forma urgente a cualquier persona que supiera maniobrar de forma correcta una avioneta, para que se enlistara a ser examinado y así poder optar a una licencia provisoria de piloto.
La ciudad de Heizel, sería el próximo blanco de la tormenta, todos los habitantes se preparaban para evacuar al igual que Heizel y Dánica.
- ¡Hija! ¿tienes todo listo ya? En 15 minutos el bus vendrá por nosotras – Le dijo Dánica mientras guardaba sus cosas personales en un bolso, en tanto, Heizel se encontraba en su habitación guardando sus pertenencias.
- ¡Ya voy mama! – Le contesto Heizel de inmediato.
Aquellos 15 minutos pasaron como si hubiesen sido unos meros segundos y uno de los buses que se encargaban de llevar a todos los refugiados de la ciudad a un lugar seguro, lejos de la desembocadura de la tormenta, aguardaba por ellas y hacía notar su presencia por medio de bocinazos, por lo que, al oír la Bocina del bus, Heizel y Dánica salieron a su encuentro, mientras que un hombre salía del bus con un cuaderno medio maltrecho, se acercaba a Dánica para recibir su bolso, sin embargo, mientras su madre se disponía a subir al bus, Heizel dejo su bolso en el suelo, y corrió de vuelta a casa. En cuestión de segundos Heizel volvió a salir, con un cuadro en una de sus manos, mientras que el hombre con el cuaderno maltrecho acomodaba aún los bolsos en el maletero. Heizel se precipito hacía el bus y se dirigió hacia la ventana, en donde su madre se hallaba sentada, impaciente para que Heizel abordara el bus, sin embargo, Heizel le entrego el cuadro por la ventana, Dánica lo recibió y lo dejo en el asiento de al lado.
- Hija, por favor sube pronto, el bus esta por partir – Le dijo Dánica impaciente. Heizel la observo por unos segundos, con una mirada de negación.
- Lo siento mamá… pero por primera vez en mi vida, tendré que desobedecerte, no para hacer el mal, ni por capricho… necesito seguir el camino que yo elegí – Le dijo Heizel en un tono suave ante la mirada atónita de Dánica, quien quedo muda, no podía articular palabra alguna.
- Lo siento señora, pero en esta dirección la única persona que figura para evacuar es usted – Le dijo el hombre con el cuaderno maltrecho.
- Yo me encargue de que nos inscribieran a ambas – Le respondió Dánica tratando de contener sus emociones a aquel hombre.
- Su hija se enlistó como piloto, para ir en ayuda a las personas de las ciudades más afectadas por la tormenta, por lo que su nombre automáticamente se borró de la lista de refugiados… estamos listos para partir – Dijo el hombre del cuaderno maltrecho, mientras se dirigía a la puerta de entrada del bus.
- Espero que algún día puedas perdonarme – Le dijo Heizel a su devastada madre, quien aún se encontraba impactada de la decisión que su hija había tomado.
El bus emprendió marcha, mientras Dánica observaba como la figura de Heizel se veía cada vez más lejana, una vez que la perdió de vista, miro hacia el asiento de al lado y vio el cuadro que su hija le dejo, se trataba de una fotografía, en donde aparecían Dánica, quién abrazaba a su esposo, mientras éste cargaba en sus hombros a Heizel, y tan sólo unos cuántos centímetros detrás de ellos, se encontraba estacionada la avioneta que su esposo adoraba pilotar desde que era un adolescente, aquella avioneta que el mismo estampo y la bautizo como Heizel. De niño sentía admiración por los Geiser, que nacían desde el centro de la tierra y reventaban como deseando llegar hasta al cielo, por más pequeño que fueran y aislado que estuviese, lograban mostrar su magnitud y deseo de llegar a lo más alto, por lo que, era un acto de la naturaleza que lo identificaba enormemente, sin embargo, como solo era un niño, pronunciaba mal la palabra y siempre les decía Heizel. Fueron los recuerdos que abordaron la mente de Dánica al ver la fotografía, recordó cuando su esposo le conto la historia de aquel nombre con el que tantas ansias bautizo a su hija.
- Nuestro pequeño Geiser está por llegar a lo más alto – Dijo con una sonrisa, mientras acariciaba la fotografía con la yema de sus dedos, el cielo había vuelto aparecer en sus ojos…
Heizel por su parte, abordo el bus que llego para recogerla, sin mirar atrás, sus ojos dejaron de reflejar el cielo de su padre y por primera vez Heizel, reflejo un cielo distinto, un cielo propio, con horizontes que no tenían límites, horizontes que estaba ansiosa por cruzar y conquistar.