Autor: Patricio Alejandro Moraga Vallejos
Seudónimo: Fantasma
Año: 2018 – Cuento más simpático
¡Buena Piquet! Le gritaban cuando lo veían pasar como un bólido por las calles de la ciudad, conduciendo el móvil del diario local. A Alejandro Belmar le gustaba la comparación que hacían con el piloto brasileño de Fórmula 1 -Nelson Piquet- que acumuló fama y prestigio en la década de los ‘80, y que todos recordamos cuando vimos por televisión los puñetazos que le lanzó a nuestro compatriota Eliseo Salazar, tras chocar en el Gran Premio de Alemania.
Belmar hacía gala de su rapidez para acudir a la noticia. Le sacaba partido al Daewoo Racer de los años 90. Hábil y veloz para conducir, se mostraba orgulloso de llegar siempre primero a los hechos, especialmente cuando se trataba de algún suceso policial. Canchero como él solo, se bajaba del móvil a fisgonear y platicar con los reporteros y fotógrafos, ufanándose de su velocidad para acudir “donde las papas queman”.
Siempre con la broma en la punta de la lengua y con una personalidad a toda prueba, socializaba fácilmente en cualquier grupo. Se sentía un miembro más del equipo reporteril del diario. Pero este “Piquet” del diario tenía una debilidad: su adicción por las mujeres. Y es así como siempre, con sus dotes de galán y simpatía, trataba de sacar provecho de esto en cuanta misión se le encomendara. No negaba ni disimulaba su condición. Es más, se vanagloriaba de sus éxitos con las féminas, lo que era cierto y reconocido en el gremio.
Sin embargo, nada es para siempre. Y no siempre la suerte -si es que ésta existe- puede estar a favor. Y fue así como un sábado de agosto, su tentación le terminó pasando la cuenta.
Eran las 16:00 horas y en el diario esperaba el equipo de turno para acudir a un homicidio. Por radio se había escuchado la alerta de la policía. Se trataba -al parecer- de un crimen pasional y donde el dueño de casa habría sacado la peor parte.
Por radio trataban de ubicar a “Piquet” para que pasara a buscar al equipo de prensa y acudiera al lugar. Belmar no daba señales de vida, hasta que media hora después se reportó por radio.
-Lo siento negrito. Pinché un neumático. Acabo de cambiarlo. En 5 minutos estoy allá-
-Seguro Piquet, ¿un neumático? Ya apúrate mejor weon, tenemos que llegar antes que se lleven el finado-, le recriminó el periodista Pablo Mora.
La explicación de “Piquet”, coherente y todo, no resultaba creíble para el periodista y tampoco para Edward Covarrubias, el fotógrafo de turno. Le conocían sus mañas. Sabían que se había quedado enredado con alguna polola por ahí, hipótesis que fue confirmada por el propio conductor cuando -mientras se dirigían al lugar del crimen- les relató con detalles donde estaba. Al mismo tiempo, les pidió que guardaran el secreto para que el director David Ortuzar no lo reprendiera una vez más. Y es que “Piquet” ya tenía “prontuario” en este sentido y el jefe ya estaba bien cabreado con sus andanzas y le había perdonado la vida más de una vez.
Sin embargo, a todos alguna vez nos toca “bailar con la fea”. Y esta fue la ocasión para “Piquet”. Cuando llegaron al lugar del supuesto homicidio, en el barrio oriente, no había nada. Es decir, era la dirección que comunicaban por radio, pero ya no estaba la policía y lo que es peor, el cuerpo del malogrado dueño de casa ya se lo habían llevado hasta el Servicio Médico Legal. La casa estaba desierta. Al frente, dos vecinos que compartían alegremente corroboraron el mal presagio.
– ¿Chuta que hacemos? No podemos llegar con las manos vacías
-No poh, sino el jefe nos mata
Luego de este breve diálogo entre periodista y fotógrafo, ambos miraron al unísono a “Piquet” haciéndole sentir culpa por la tardanza y también en la única solución.
-Cabros, ¿cómo se les ocurre que me voy a hacer pasar por el muerto?
La inquietud e intento de negativa de “Piquet” no encontró eco en el periodista y fotógrafo.
-Ya apúrate no más. Tírate al suelo. Solo te voy mostrar los zapatos-, le ordenó Edward.
Asumiendo su cuota de responsabilidad y además sopesando la importancia de mantener su prestigio como piloto veloz, “Piquet” no opuso mayor resistencia y se lanzó de espalda al suelo, en el antejardín. El periodista y el fotógrafo le cubrieron el rostro y la mitad del cuerpo con unos diarios que oportunamente andaban trayendo en el móvil.
Luego, Edward comenzó a disparar. Los zapatos como primera imagen, mientras el resto del cuerpo se difumaba.
La escena sacada casi de una tragicomedia había llamado la atención de los vecinos del frente, quienes se acercaron para cerciorarse de lo que creían estar viendo.
Terminada la sesión fotográfica, “Piquet” se reincorporó rápidamente. Se sacudió un poco la ropa y los tres abordaron nuevamente el móvil. Había que ir a Carabineros y a la morgue a buscar más datos, pero antes pasarían a dejar al fotógrafo al diario para que avanzara con el revelado.
Mientras hacían el trayecto, los tres reían de buena gana con lo sucedido hace solo minutos. De todos modos, había cierto nerviosismo por el fraude.
-Y si nos pillan cabros, nos van a pegar la tremenda patá-
-Más te vale que no nos pillen “Piquet”. Acuérdate que llegamos tarde porque tuviste un pinchazo…- le recordó Pablo.
-Un pinchazo llamado Sofía-, replicó Edward.
Tras media hora en la comisaría, el periodista salió del lugar blanco como un papel. Cuando se acercó al móvil, el conductor se percató que algo no andaba bien.
-Sonamos “Piquet”. La foto no sirve.
– ¿Por qué no?
-Porque al finado le faltaba una pierna. ¿Lo podí’s creer?
-Chuta, ¿y qué vamos a hacer?
-Vas a tener que ir otra vez a tomarte una foto. Vamos rápido al diario y avisémosle a Edward para que no le muestre la foto al jefe
-Chupalla, la media cagaíta-, dijo “Piquet”, mientras encendía el motor del Daewoo Racer para salir disparado hacia el periódico. Mientras Pablo se comunicaba por radio con Edward en una suerte de clave.
-Atento Edward, atento Edward, atento Edward. Escucha. Está malo el mono. Está malo el mono. Hay que ir otra vez.
Luego de varios intentos de comunicación, desde el otro lado se escuchó un escueto “comprendido”.
Esta vez Pablo se quedó en el diario para seguir con las averiguaciones y tratar de avanzar con la redacción de la noticia. Les pidió que fueran solos a la casa a repetir la foto.
Otra vez “Piquet” con las manos en el volante y de copiloto el fotógrafo. El pie en el acelerador a fondo y rápidamente pasando de la primera a la quinta. Había que llegar lo más rápido posible al domicilio en cuestión y hacer la foto antes que se fuera la luz día.
Piquet piloteando hábilmente por los pasajes de la población, hasta llegar nuevamente a la casa del finado. Se detuvo en la entrada. Ambos miraron a todos lados, como si fueran ladrones a punto de cometer un atraco. En todo caso, no muy lejos de la realidad pues esta vez la pequeña reja de madera que antecedía al jardín estaba cerrada, por lo que tuvieron que saltarla.
-Ya “Piquet”, tírate rápido al suelo. No tenemos mucho tiempo. Y esconde la pierna que le falta al finado
– ¿Y cuál le falta?
-Chucha, que se yo. Tú fuiste donde los pacos con Pablo. ¿Cómo no vas a saber?
Luego de mirarse en silencio unos segundos, fueron al móvil otra vez.
-Atento central, atento central. Necesitamos hablar con Pablo. Urgente.
-Aquí Pablo, ¿qué sucede? ¿Tienes lo solicitado?
-Tenemos un problema
– ¿Cuál problema?
-No podemos decirlo.
-Llámame por teléfono.
-No tenemos operativo el celular.
Luego de unos segundos eternos, “Piquet” tuvo una idea. Tomó la radio y habló.
-Atento central, atento central.
-Adelante móvil, ¿qué sucede?
-Pablito ¿se sabe la canción de la cucaracha? ¿Esa, a la que le falta una patita de atrás? En este caso, ¿cuál sería?
Primero vino un silencio casi sepulcral y luego unas risotadas desde el otro lado de la radio que contagiaron a Edward que no paraba de reir ante la ocurrencia de “Piquet”.
Luego de unos minutos de desatado jolgorio, el periodista -tratando de colocarse serio- volvió a comunicarse por la radio.
-No tengo idea cuál le falta. Hagan de las dos. Cambio y fuera.
Recibida la última instrucción, conductor y fotógrafo se pusieron a trabajar. “Piquet” en el piso, haciendo sus mejores contorsiones para esconder una pierna. Primero la izquierda, mientras el fotógrafo le cubría con papel diario y disparaba la cámara. Luego, la otra pierna oculta y repetía la misma partitura.
-Las cosas que uno tiene que hacer por la pega-, reflexionó “Piquet” mientras se sacudía por segunda vez su ropa.
-Vamos al diario rápido-, dijo Edward, mientras se ajustaba el cinturón de seguridad en el asiento del copiloto.
Cuando entraron a la sala de prensa y se encontraron con Pablo, los tres se largaron a reír. Es que la ocurrencia de “Piquet” había sido genial, de antología, de esas anécdotas que traspasan la barrera del tiempo y se quedan instaladas en la memoria del rubro periodístico.
El otro colega de turno miraba sorprendido y sin explicarse lo que ocurría. Hasta al director le llamó la atención lo que pasaba y salió de su oficina preguntando.
-Nada jefe, es un chiste que nos contaron. Ya mejor me voy a revelar para traerle la foto del finado-, dijo Edward, y partió raudamente al laboratorio.
-Sí apúrate negrito, porque hasta ahora es lo mejor que tenemos para la portada
Detrás de Edward partió “Piquet”, apretándose la guata para aguantarse la risa. Pablo alcanzó a decirles: la derecha es la que no tiene, para que no se fueran a equivocar con la foto.
Al cabo de media hora, el fotógrafo apareció agitando el rollo ya revelado para mostrárselas al director. Encendieron la mesa de luz y comenzaron a ver el negativo para escoger la foto de portada.
“Piquet” miraba la escena desde la puerta de la sala, esbozando una maliciosa sonrisa porque el plan estaba saliendo a la perfección.
-jefe, se nos cayó la nota. Acabo de hablar con Carabineros y el sujeto murió de muerte natural-, interrumpió Pablo.
– ¿Me esta’i tomando el pelo?
-No jefe, en serio. Vivía solo y murió de un infarto. Las heridas que tenía eran por la caída.
-Chuta, la mala suerte- dijo David Ortuzar, mientras dejaba descansar el negativo sobre la mesa de luz y partía nuevamente a su oficina.
El fotógrafo y el periodista miraron al conductor y todos al unísono levantaron hombros y cejas en un claro gesto de resignación.
Las horas seguían avanzando y el director se paseaba dentro como león enjaulado. Necesitaba un tema vendedor para la portada y hasta el momento, lo mejor que tenía era la inauguración de una villa en la ciudad.
De pronto, es escucha en la radio de la central de prensa la alerta de Carabineros de un accidente en la Ruta Cinco, con un fallecido hasta ese momento.
El director se acercó hasta la radio para cerciorarse de lo que había oído desde su oficina. Ratificada la información, su rostro se volvió a iluminar y hasta se le escuchó musitar un agradecimiento a Dios por la noticia.
– ¿Y “Piquet” dónde está?
Alejandro Belmar otra vez había desaparecido misteriosamente del diario y sin dejar aviso donde estaría. Los que lo conocían, ya podían imaginar dónde.
-Atento “Piquet”, atento “Piquet”. Vente urgente al diario. Hay que ir a un procedimiento-, le gritaba el director por la radio.
Ante la nula respuesta de Alejandro “Piquet” Belmar, el director contratacó con una amenaza medio en broma y medio en serio: -si llegamos tarde, tendrás que suplantar al occiso-
Cambio y fuera.