DECÁLOGO PARA UN BUEN VIAJE

Autor: Claudia A. Morales
Seudónimo: Noviembre
Año: 2019 – Cuento más simpático

  1. ELIJA UN DESTINO:

Lo primero que tiene que definir es hacia dónde quiere ir. No ponga esa cara. Si empieza a leer este decálogo creyendo que sólo un idiota pudo haberlo escrito, le recomiendo que atrape un buen libro y renuncie a la lectura de estos diez ítems. Usted podrá sobrevivir sin leerme y yo también después de su abandono, se lo aseguro. Me han abandonado tantas veces que he perdido la cuenta así que una más, le juro, no va a matarme. Busque bien, debe tener por allí alguna novela que valga la pena. Fíjese en su Biblioteca o debajo de la pata de esa mesita que se inclinaba desde hace años y le derramaba el café y que ahora, gracias a ese Best Seller, está derechita.

Si en cambio eligió continuar leyendo este relato, le cuento: el primer ítem parece una obviedad, pero no lo es. Muchas personas no saben ni de dónde vienen ni hacia dónde van. Se han registrado casos más curiosos aún: el de personas que ni siquiera saben dónde están. Entonces, escoger un destino es el principio de todo viaje.

Si, por ejemplo, usted está necesitando viajar al pasado para remediar alguna falta cometida, tengo una mala noticia para darle: es imposible. Ni siquiera lo intente. No hay manera, de verdad. He visto individuos viajando de espaldas en los autobuses, retrocediendo entre los vagones, dando marcha atrás con los automóviles. Queda absolutamente ridículo y es en vano. Nada podrá llevarlo al momento exacto en el que perdió a ese amor. Ni al instante en el que traicionó a ese amigo. Ni al día en que le envió ese mail por error a su jefe y perdió su empleo.

La máquina del tiempo es una mentira y Michael J. Fox es un embustero que nos hizo creer que se podía ir de atrás hacia adelante y de adelante hacia atrás como si la vida fuese un gran Juego de la Oca. Sé que es duro de aceptar, pero Michael J. Fox es un actor diseñado para mentir y la película es sólo eso: una película. Así que únicamente nos queda andar hacia adelante.

Una vez que tenga elegido el rumbo, pasaremos al punto siguiente.

2. LLEGUE A TIEMPO:

Lo más importante cuando el tren, bus o avión emprenda el viaje es que usted ya esté ubicado en su asiento. Si usted no ha llegado, no hay medio de transporte que pueda llevarlo a ninguna parte.

Para estar en el momento justo en el lugar indicado, es fundamental que se presente en el horario pactado. Ni mucho antes ni mucho después. Si llega mucho antes puede quedarse dormido mientras espera y perderá el viaje. Si llega después… Bueno, supongo que me entiende.

Se recomienda el uso de relojes para ayudar en esta tarea. Los relojes son esos aparatos en general redondos que suelen usarse en la muñeca. No se frustre, los hay cuadrados también. Chequee que esté en hora. Y que funcione perfectamente, no sea cosa que le deje de andar cinco minutos antes de los cinco minutos fundamentales de su viaje. Sé que quizás usted sienta que son demasiadas las cosas de las que debe ocuparse, pero de veras, hay que fijarse en todo. Es imprescindible que el reloj funcione bien, sino, no sirve de nada. Así que usted mire las agujas, esté atento y salga de su casa cuando tiene que salir. También puede consultar la hora en ese celular enorme que se compró y que todavía está pagando en cuotas.

Hágame caso. No se demore. No se confíe en que las calles ese día estarán desiertas y usted por ejemplo, podrá hacer diez kilómetros en diez minutos. La relación kilómetros/minutos no es tan lineal. Así que tenga en cuenta los imponderables. Ahí afuera se puede demorar por un camino cortado, por un accidente de tránsito o por una minifalda.

Entonces, llegue en punto. Hay quienes llegan tarde a todas partes. Hay quienes hasta nacen tarde. Hay quienes, por demorarse, han conocido al amor de su vida cuando el amor de su vida se estaba casando con otro.

3. NO INTENTE ESCAPARSE:

Tengo otra pésima noticia. Si quiere le doy tiempo hasta que se sirva un vaso con agua, es probable que a esta altura usted tenga seca la garganta y se pregunte por qué no escogió la lectura de la novela que endereza la mesita en lugar de seguir leyendo este decálogo. Pero, por algo está aquí y no allí. Así que le voy a dar la mala nueva, espero que sea fuerte y resista el impacto de la novedad: es imposible desaparecer del mundo.

Todavía no se han inventado viajes a Júpiter ni a Marte. No puede huir ni esconderse de nadie, ni siquiera lo intente, no hay nada que Google no pueda averiguar. Por más que pida la baja de su perfil de Facebook, de su cuenta de Twitter o de Instagram, Google ya sabe todo de usted, hasta aquello que usted mismo desconoce, y con un poco de tiempo y de perseverancia, alguien lo va a encontrar.  Los más peligrosos son los millennials (nota: si no conoce el término, busque en Google.) Ellos pueden averiguar todo en cuestión de segundos. Entonces, no sea absurdo. Viaje por placer o por negocios. Viaje de vacaciones o para cerrar ese trato que lo volverá millonario. Viaje para visitar amigos, para conocer algún lugar, para descansar. Pero no viaje para huir, porque no sirve.

Si cometió algún delito (una estafa, un asesinato o ha roto un corazón enamorado) no crea que escapar lo pondrá a salvo. Principalmente si ha herido a una mujer. Le aseguro, una mujer despechada puede hallarlo hasta en el mismísimo Infierno. Un hombre, no tanto.

  1. HABLE LO JUSTO Y NECESARIO:

La persona que viaja sentada a su lado no tiene por qué conocer su vida entera. Ni los últimos quince años. No se entusiasme, tampoco los primeros. Ni siquiera si es su esposa. Usted puede suponer que si se trata de su mujer, ella tiene la obligación de escucharlo. Pues no. El contrato matrimonial no implica que esté obligada a oír treinta veces su anécdota de cuando fue extra en ese film de mala muerte que ni su madre vio, o de la noche que pasó detenido por error, o de su graciosa borrachera de los veinte. Dicho sea de paso, es probable que el asunto de la borrachera ni siquiera sea gracioso para quien lo escucha por primera vez.

Si es mujer, a su marido tampoco le divierte escucharla hablar de aquel ex novio al que dejó plantado tres meses antes de dar el sí. Mucho menos que lo recuerde con una sonrisa. Muchísimo menos que se le llenen los ojos de lágrimas y confiese con la voz temblorosa que está arrepentida de haber dejado ir a esa preciosura.

Por lo tanto, si estamos de acuerdo en lo anterior, si coincidimos en que ni su esposa ni su esposo tienen la obligación de escuchar, imagínese lo poco que podemos pedirle a ese perfecto desconocido.

Así que haga silencio. El silencio también puede ser un buen compañero de ruta. Encienda la radio, use su MP4, cante en voz baja (baja, ¿entiende?). Pero no intente llenar cada minuto del viaje con palabras. Suele ser molesto, pesado e incómodo. A nadie le importa a qué hora nació, ni cuántas enfermedades tuvo, ni su estado civil, ni sus desgracias. Mucho menos sus triunfos. Póngase en lugar de ese señor o esa señora que tiene que compartir diez horas de viaje con usted. Hasta hace cinco minutos usted le importaba lo mismo que un rabanito. Ahora también.

  1. VIAJE CON POCO EQUIPAJE:

Vaya donde vaya, lo que necesite seguramente entra en una maleta. Medítelo bien antes de tentarse con empacar gabanes si va de vacaciones al Caribe y trajes de baño si viaja al Polo Sur. Quédese tranquilo: el clima de un lugar no cambiará repentinamente sólo porque usted lo visite. Usted es un ser maravilloso, único e irrepetible pero todavía no hace milagros.

Entonces, viaje lo más liviano que pueda. No vaya tan saturado por la vida. Despójese de todo lo que no sea imprescindible. Si se toma este punto con responsabilidad, se dará cuenta de que en verdad, necesitamos mucho menos de lo tenemos.

Un ejemplo claro. Si va a pasar tres días fuera de casa, no hace falta empacar tres pantalones cortos, tres largos, tres remeras, tres camisas, tres tapados, tres pares de zapatos, tres de zapatillas… (Podría seguir, pero creo que el concepto ya está claro). Lo mejor que le puede pasar, es andar más tiempo desnudo que vestido. Así que le deseo de todo corazón que con poquita ropa le alcance.

Tampoco es recomendable andar trasladando rencores de aquí para allá. Ni llevar chismes de una ciudad a la otra. Y no tiene sentido que cargue esa cruz en sus espaldas. Trate de dejar en su casa aquello que quiere olvidar. A veces funciona. A veces no.

  1. NO SE DUERMA:

Mantenga los ojos bien abiertos. Péguese los párpados con cinta adhesiva, utilice palillos, sosténgase con los dedos pulgar e índice (puede probar con otros, pero ya lo intenté y es bastante incómodo) En fin… Haga todo lo que sea necesario para alcanzar el objetivo: no cierre los ojos.

Muchas veces, el viaje hacia el destino es más bonito que el destino en sí mismo. Esto sucede en varios órdenes de la vida, no es exclusivo de los viajes. En las bodas, por ejemplo, suele pasar lo mismo. Considerables veces son más interesante los preparativos que la fiesta en sí misma. Se ha registrado un 75% de novios que se aburren en su propio casamiento y bostezan al momento de las ligas. O novias que se duermen bailando el vals. Ni que hablar de testigos y padrinos a los que les duelen los pies por los zapatos nuevos y sólo quieren que la fiesta termine.

Así que mire bien a su alrededor y no se pierda detalle. Árboles, vaquitas, caballos, edificios, ríos. Hay un mundo que usted quizás no conoce y es una pena que se lo pierda. Recorra y disfrute cada centímetro del paisaje. Piense en cuánto pagó por el pasaje y trate de amortizarlo con nuevos descubrimientos.

  1. CONVIÉRTASE EN ESCRITOR:

Imagine las vidas de los que viajan con usted. Es un excelente ejercicio. Eso sí, no se entusiasme mucho y escriba el mejor cuento de la historia cuando llegue a destino, porque ese lo estoy escribiendo yo. Solamente conviértase en escritor por un rato, en el lapso que dure el viaje. Le doy algunas pautas. Observe los detalles. La manera en que esa chica besa a ese chico. El modo en el que ese anciano cuenta su dinero. Las miradas entre el joven del primer asiento y la novia del otro.

Juegue. Invente. Suponga. Hay escritores dormidos en cada uno de nosotros. Sólo es cuestión de despertarlos. Una hoja en blanco y un bolígrafo sediento de historias, pueden convertirse en sus mejores aliados para su viaje. Lea las pupilas de la rubia que está sentada a su izquierda, seguro que esconden una poesía. Intente que el marido no lo descubra, porque entonces lo que podrá escribirse es la historia de un crimen. Deténgase en la mirada triste de la señora de cuarenta, allí se oculta la mejor de las tragedias. No se contenga. Delire. El mayordomo puede ser el asesino. El sacerdote, también.

8. ENAMÓRESE:

En este punto es importante aclarar que me refiero a las personas que viajan solas. Si usted viaja acompañado de su novia, esposa, prometida o amante y no quiere tener problemas, ignore este punto y pase al siguiente. Excepto que usted quiera separarse, aunque de todas maneras suele ser más prolijo y más barato no alterar el orden de las cosas. Lo mejor, en mi humilde opinión, es que primero haga la división de bienes y luego se enrolle con otro/a.  

Pero si viaja solo, no se pierda la aventura de un amor eterno que puede durar lo que dure el viaje. Pierda la cabeza y los calzones (si puede encontrarlos antes de bajar, mucho mejor) Prometa una vida juntos, jure fidelidad eterna, mienta un amor desesperado. Tenga sexo apasionado en el excusado cuidando que no los descubran. Si los descubren, será un papelón y los papelones no pegan bien con las historias de amor.

Permítase vivir uno de esos amores fugaces, repentinos, calientes. Uno de esos amores que trascienden los lugares y el tiempo. Uno de esos amores que cambian destinos. Uno de esos amores que terminan cuando terminan los viajes, pero que pueden durar para siempre.

  1. DISTINGA EL FINAL:

Si todavía sigue aquí y no abandonó la lectura de este decálogo, quiere decir que algo de lo que escribo le resulta interesante. Entonces, no me deje ahora, porque lo que viene sigue siendo tan importante como lo que leyó. Si entiende la definición de decálogo, entonces comprende que sólo quedan dos puntos, fundamentales. Tiene que estar muy atento al momento en el que el viaje termine. Esté preparado, atento, siempre listo. Usted tiene que identificar sin ayuda de nadie el instante en el que el viaje llegó a su fin. Sería un verdadero bochorno que dependa de otros para entender que todo ha concluido. No hay nada más triste que aquel que se queda donde hace rato debió haberse ido, ni más patético que quien se queda donde lo han echado.

Par esto, usted cuenta con una ayuda fundamental. El ticket. Ese papelito que le dieron cuando emprendió el viaje. Úselo, no sea zonzo. Si su ticket dice “Santiago” y lee un cartel que anuncia “Santiago”, usted llegó a destino. Lo mismo pasa con Buenos Aires, París o Kamchatka. De nada sirve quedarse donde ya no se tiene que estar. A veces el final nos llena de angustia. A veces de alegría. Sea como sea, usted tiene que saber bajarse a tiempo.

  1. NO MIRE HACIA ATRÁS:

Llegando al final de este decálogo, le voy a revelar un último secreto: aquel refrán que dice que todo tiempo pasado fue mejor, es cierto. Todo lo que haya sido más o menos bueno, con el paso del tiempo se vuelve estupendo.

Usted no lo pasó tan bien como cree en la escuela secundaria. El viaje de egresados no fue tan divertido y la mitad de las anécdotas que cuentan usted y sus amigos cada vez que se juntan, son inventadas. Ni su primera novia era un calco de Angelina Jolie, ni usted un Brad Pitt de 19 años.

Lamento desilusionarla, señora, pero si alguna vez tuvo 90-60-90 como medidas, le habrá durado una semana. El parto de sus hijos, fue eso, un parto. Y no quisiera herir sus sentimientos ni desarmar su discurso de madre abnegada, pero más de una vez tuvo la fantasía de salir corriendo y abandonar a esos chiquillos llorones que no la dejaban ni tomar una ducha en paz. No se sienta culpable, todas las madres han pasado por eso.

Pero claro, todas esas cosas años después, se ven increíblemente maravillosas. Con el correr del tiempo, solemos disfrazar momentos comunes y corrientes, para relatarlos de un modo épico. Ni usted ni yo fuimos tan maravillosos en el pasado. Lo siento mucho.

Entonces, seamos realistas. Lo único que tenemos es el presente y quizás, con un poco de buena suerte, el futuro. Así que cuando haya llegado a destino, mire hacia adelante. No se quede aferrado al ayer. No se haga reproches, no se cuestione ni se condene. Lo que no fue, no será. Deje que se marche el tren que tiene que marcharse, con todo lo que lleve dentro. No busque respuestas a lo que no pudo resolver. No corra detrás de aquello que ya sabe que no se detendrá. Los trenes no esperan. La vida tampoco.