Autor: Trinidad Barriga Cruzat
Seudónimo: Iara Wayra
Año: 2017 – Cuento Mas Simpático
- No sé quién fue el idiota al que se le ocurrió inventar estas… puertecitas que giran. Ya, entiendo que es para que no se metan sin pasar la Bip, pero claramente el que lo inventó no era gordo. No no, no ponga esa cara de vergüenza, sé muy bien que soy gorda y no me importa. Me gusta ser rellenita, me protege del frío del invierno. Todas esas flacuchas tienen que comprar ropa cara para abrigarse. Claro que en el verano no lo paso muy bien, por el calor y todo…
- Señora, ¿le importa si seguimos con la declaración?
- Ah sí, perdón… Claro que usted no es gordo y no lo entiende… bueno, no me ponga esa cara, ya seguiré con la historia. Como le decía, no sé quién fue el idiota al que se le ocurrió lo de la cosa esta que gira. Al menos en el metro tienen una puerta aparte por la que uno puede pasar. Pero como con todas las estúpidas ideas que se le ocurren a algún idiota, una aprende a vivir… más bien a sobrevivir con ellas. Por eso, cada vez que me subía a una micro que tiene una de estas cosas, pasaba la Bip y le decía al chofer o al guardia de rojo que iba a subir por atrás. Bueno y siempre me miran, se ponen rojos como usted y me dicen que por supuesto y me abren la puerta de atrás. Entonces retrocedo, me bajo y vuelvo a subir. ¿Se da cuenta de la gran molestia que significa eso para mí?
- Entiendo, señora, pero…
- No he terminado mi historia, no me interrumpa. Mi rutina desesperante era perfecta… eso creí. Ya a estas alturas del año uno está cansada y no quiere moverse más de la cuenta. Por eso, cuando me subí a esta micro hoy, después de pasar la Bip, le pedí al chofer si podía quedarme ahí delante y no pasar. Pero parece que él también estaba cansado, porque me dijo que pasara o que me bajara de la micro. Entonces le dije que si me podía subir por atrás. ¿Y sabe qué me contestó el muy insolente? Que si me bajaba no me dejaba subir de nuevo y que me moviera porque había gente que quería pasar y no podía porque estaba yo tapando todo. ¿Sabe? Yo no estaba para eso. Era uno de esos días en los que todo sale mal: no sonó mi despertador, se me acabó el agua caliente, se me rompió la panty y no había mantequilla en el refrigerador. Además, iba tarde a ver a mi sobrina que, la pobrecita, sabe, está sola con su hija de dos meses y quería ayudarla un poco, sabe, porque el papá desapareció así ¡puf! Y la pobre tuvo que hacerse cargo de la Nancy, así se llama su hija, y apenas puede…
- ¡Señora! ¡Por favor! Yo también estoy cansado, terminemos esto rápido.
- ¡Pero qué mal humor! Debería tomar un remedio casero con hierbas que tiene melisa…
- ¡Señora!
- Ya, ya, no se enoje. Como le decía, el chofer me dijo eso y yo no podía dejar que me insultara así. Así que avancé como él me dijo y aquí estamos. Espero que haya aprendido la lección.
- ¿Me está diciendo que lo hizo a propósito?
- Le estoy diciendo que ya sabía lo que pasaría si trataba de avanzar por estas estúpidas puertas. Le amargué aún más el día al chofer y le atrasé el viaje a todas las demás personas, pobrecitas. Es lo único que me da pena de todo esto. Ya llamé a mi sobrina y me dijo que no me preocupara, que llegara cuando pudiera.
- ¿No está enojada o… avergonzada?
- ¿Qué? No, no, para nada. Un poco adolorida tal vez. Pero el único avergonzado debería ser el chofer. Yo probé mi punto y eso me hace muy feliz. Ahora usted me va a sacar una foto para mostrársela al próximo chofer que no quiera abrirme la puerta de atrás o dejarme aquí delante… Espere, así no. Déjeme mostrarle mi mejor ángulo. Y que no salgan estos caballeros. Eh, ¿caballeros? ¿Podrían parar su trabajo un segundo? Quiero sacarme una foto y su trasero no es una linda vista para la cámara.
- Señora, estamos tratando de desatornillar las puertas para poder sacarla de aquí y usted…
- Sí, sí, no se molesten. Primero la foto. Muestren el desatornillador… ¡sonrían!